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Jesuitas, afuera

El 27 de febrero de 1767 se dio a conocer en España la pragmática sanción de Carlos III, que expulsó a los jesuitas de todos los dominios de la monarquía española.

Jesuitas y guaraníes armados, en Mbororé, causa de la Expulsión. Ilustración Maco Pacheco. | Foto: El Territorio/Archivo
Jesuitas y guaraníes armados, en Mbororé, causa de la Expulsión. Ilustración Maco Pacheco. | Foto: El Territorio/Archivo

La Compañía de Jesús estaba fundada por españoles y muy vinculada a la historia de España Las razones oficiales para justificar la deportación achacaban a los jesuitas haberse enriquecido enormemente en las misiones, haber intervenido en política contra los intereses de la Corona y hasta perseguir el asesinato de los reyes de Portugal y de Francia.

El día 15 de agosto de 1534, Ignacio de Loyola, un antiguo militar y consejero de Carlos I juró junto a sus siete seguidores más fieles en Montmartre (París) «servir a nuestro Señor, dejando todas las cosas del mundo». En Roma el grupo fundó la Compañía de Jesús, que fue aprobada el 27 de septiembre de 1540 por Paulo III

La Compañía de Jesús fue un instrumento fundamental de la Iglesia católica durante la Contrarreforma y varios de sus miembros se destacaron en el Concilio de Trento Desde su origen, los jesuitas profesaron los tres votos normativos de la vida religiosa (obediencia, pobreza y castidad) y, además, un cuarto voto de obediencia absoluta al Papa, «circa misiones», que es el motivo, precisamente, de que los estados comenzaran a desconfiar de la orden a partir de la Ilustración.

Los regalistas contra los jesuitas

La actitud inflexible de los defensores de los derechos de la Santa Sede contra los regalistas (los defensores de los derechos privilegiados de la corona en las relaciones con la iglesia) fue la causa de fondo de todas las disputas que acontecieron a los jesuitas. En 1759, el Reino de Portugal encerró en el calabozo a 180 religiosos en Lisboa y expulsó al resto acusando a la orden de instigar un atentado contra la vida del Rey. Tres años después, en 1762, Francia usó el mismo argumento y declaró su ilegalidad a raíz de un caso de malversación de fondos, en el contexto de la polémica entre jesuitas y jansenistas (otro movimiento religioso promovido por el obispo Cornelio Jansenio durante la Contrarreforma).

En efecto, la doctrina del regicidio que se atribuía a toda la orden, aunque solo la había defendido el Padre Mariana en su tratado «De Rege»

Carlos III de España compartía desde la infancia el recelo de su madre, la Reina Isabel de Farnesio, sobre las intenciones de esta orden religiosa.

El ascenso político de la orden jesuita se produjo con la llegada de los Borbones a la Monarquía de España. Tanto Felipe V como Fernando VI tuvieron confesores jesuitas. La caída de la Compañía de Jesús comenzó a gestarse poco después, en 1754, cuando la caída del marqués de la Ensenada dio como resultado la llegada al poder de un gobierno antijesuítico.

Bajo la acusación de estar detrás del motín de Esquilache, Carlos III firmó la expulsión, que incluía la incautación del patrimonio que la orden tenía en el imperio.

En la madrugada del 2 de abril de 1767, las tropas reales acudieron a las 146 casas de los jesuitas y les comunicaron la orden de expulsión contenida en la Pragmática Sanción. Fueron deportados de España 2641 jesuitas y de las Indias 2630. Los primeros fueron acogidos inicialmente en la isla de Córcega, perteneciente entonces a la República de Génova. Y el Papa Clemente XIII se vio obligado a admitirlos en los Estados Pontificios cuando los franceses tomaron la isla de Córcega.

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