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Montessori y Waldorf: Características, semejanzas y diferencias, pros y contras

Las pedagogías alternativas y respetuosas con la infancia son cada vez más demandadas. A medida que los centros públicos prescinden de la educación reglada y comprueban sus beneficios, cada vez más padres se sienten alentados a practicar estos enfoques educativos. A continuación te señalamos las principales similitudes y diferencias de dos de las pedagogías alternativas más populares de todo el mundo: Montessori y Waldorf.

Algunas de las personas más célebres, triunfadoras y creativas del mundo estudiaron en escuelas alternativas. Es el caso de los fundadores de Google, Amazon, SinCity y Wikipedia, que pasaron por colegios Montessori. E incluso existe una lista internacional de famosos alumnos y ex-alumnos Waldorf.

Montessori y Waldorf son las pedagogías «alternativas» más populares, demandadas y de las que encontramos mayor número de escuelas en todo el mundo. Ambas tienen valores comunes, aunque su enfoque no es exactamente el mismo y sus métodos varían. ¿Sabes en qué consisten y en qué se diferencian?

Similitudes

Waldorf y Montessori son pedagogías alternativas (entendiéndose como tal aquellas que utilizan métodos de enseñanza distintos a los tradicionales) respetuosas con la infancia.

¿Qué quiere decir esto último? Sencillamente, que cambian el foco de atención: el adulto (padres/tutores/educadores) ya no es el protagonista de la enseñanza, el niño es el protagonista.

Ambas pedagogías tienen en su foco central la figura del niño y adecuan la transmisión de saberes a la especial forma de aprender que tienen los niños, con materiales adecuados para ellos, actividades de dificultad adaptada a su edad y/o habilidad y sin perder nunca de vista las necesidades que los peques tienen en cada periodo de desarrollo.

Asimismo, ambas son metodologías que no «anulan» la personalidad del niño, sino que tratan de que este desarrolle sus capacidades especiales, distintas en cada pequeño.

De hecho, las dos comparten muchos pilares y puntos de vista. Por ejemplo:

Ninguno de estos dos métodos son «moda». Tampoco son tan «nuevos» como muchos creen. Más bien al contrario: Waldorf y Montessori son pedagogías con una amplia experiencia curricular cuya eficacia ha sido ampliamente demostrada en aulas de todos los países del mundo, en las que se aplican desde hace décadas (desde 1907, Montessori; y desde 1919, Waldorf).

Las dos son formas de educación activas. Se requiere la participación del alumno en el aula y de los niños en el ambiente hogareño. También se involucra a las familias en el proceso de formación y desarrollo de los niños.

Ambas priorizan las necesidades del niño y le consideran el motor principal de todo proceso de aprendizaje.

Las dos buscan una educación integral. Una educación global que alimente cuerpo, mente y (especialmente en el caso de Waldorf) alma. Ambas defienden que la educación va mucho más allá del expediente académico o de enseñar materias concretas. Abogan por un conocimiento multidisciplinar que aporte valores y capacidades para la vida. Tratan de formar «personas. «Seres humanos», no «alumnos».

Durante los primeros años se da una gran importancia a la vida práctica (doméstica) para que los niños desarrollen su autonomía personal y puedan convertirse en adultos capaces y autosuficientes.

Se cree en la continuidad de la clase y en la importancia de que el educador establezca lazos duraderos con los alumnos para que su figura pueda ser claramente identificada por estos y se cree un nexo de unión entre ambos. Por este motivo, el mismo maestro acompaña a un mismo grupo de niños durante varios años.

No se trabaja por asignaturas (una hora de matemáticas, una hora de lengua, etc.) sino por proyectos de larga duración que en muchas ocasiones engloban materias muy variadas y en ambientes preparados (por ejemplo: es frecuente que en una clase Montessori el maestro lleve a sus alumnos al huerto y siembren, cultiven, cuiden y recojan los frutos de una planta para aprender botánica, las estaciones, el ciclo de la vida, el paso del tiempo, la convivencia, el trabajo en equipo, las normas sociales, las leyes físicas, el clima, la salud, la alimentación, nuevo vocabulario, etc.).

No usan libros de texto estandarizados. Como a este tipo de pedagogías se las denomina formas de enseñanza «sin libros», se suele caer en el error de pensar que los niños no leen en absoluto. No es así. Ambas pedagogías disponen de una amplia bibliografía publicada y de un amplio espectro de literatura infantil. Lo que no se utilizan son libros de texto convencionales para estructurar sus clases. El libro es para ellas una fuente de consulta y apoyo, pero se da mucha más importancia a la exploración, la experimentación científica y las vivencias prácticas en la transmisión del conocimiento.

No existen las clases tradicionales. Aunque nos refiramos a las «aulas» como el lugar en el que aprenden y trabajan los niños en la escuela, en realidad se concibe el aula como un concepto totalmente diferente, más libre e inspirador. Son más bien ambientes preparados para desarrollar diversas actividades.

No creen en las calificaciones académicas. Para Montessori y Waldorf, una nota no define a un niño ni mide su inteligencia, capacidad, validez o habilidad. Los controles y exámenes no son, por tanto, necesarios. El maestro observa y evalúa el avance de los niños en las actividades que realizan en clase. Cada niño es un ser único con personalidad y habilidades diferentes y cada uno de ellos puede destacar en ámbitos muy diversos. Los «deberes», tal y como los conocemos, también desaparecen. Ninguna de estas pedagogías los necesita. Sin embargo, sí se alienta a los padres y se incentiva su participación para «trabajar» con los niños los conceptos aprendidos en clase mediante el juego, la convivencia familiar, la vida cotidiana, etc.

El adulto es un acompañante respetuoso que no proyecta expectativas en los niños. No espera nada de ellos. A cambio respeta su individualidad y su personalidad, les acompaña, les ayuda y les proporciona todo aquello que necesitan para su aprendizaje y desarrollo.

Se da una gran importancia al juego de calidad en la infancia. Se fomenta el juego libre, sin participación del adulto (que observa y acompaña para «conocer» al niño e interviene solo en los casos en los que el niño pueda hacerse daño, hacer daño a otro niño o dañar el entorno o los materiales) y poco estructurado (sobre todo en Waldorf).

Fomentan por un mayor contacto con la naturaleza y utilizan materiales naturales como la madera, el bambú, la lana, la seda, el algodón orgánico… evitando al máximo el plástico. Sus materiales siempre son manipulativos, sin pilas ni baterías, para fomentar al máximo las destrezas manuales de los niños y desarrollar su imaginación.

Ambas conciben los juguetes como las herramientas básicas e imprescindibles de aprendizaje durante la infancia. Se refieren a ellos como «materiales de juego», siempre educativos.

Por último, ambas consideran la educación como la mejor manera de cambiar el mundo, haciendo de él un lugar mejor y utilizando sus métodos para que la sociedad sea más justa, igualitaria, inclusiva… mejor.

Diferencias

A Montessori se la conoce como la educación por la paz, en tanto Waldorf es considerada la filosofía de la libertad.

A menudo las diferencias existentes entre ambas pedagogías son las que hacen que las familias se decanten por una u otra. Bien como forma generalizada de educación para sus hijos, bien para aplicar una u otra en situaciones concretas.

Simplificando al máximo, nos encontramos con que:
































Montessori Waldorf
Educación dirigida por los niños.

Se da libertad a los niños para elegir el material que desean manipular y/o el proyecto que quieren desarrollar en el aula (de las disponibles) y si lo quieren hacer de forma individual o en grupo.

También es el propio niño quien decide cuando se siente capaz de hacer algo o pasar a otro nivel de aprendizaje.
Educación centrada en los niños, teniendo en cuenta su edad, el tipo de aprendizaje que le va mejor a cada niño en función de los cuatro temperamentos descritos por Steiner y las tres etapas de desarrollo que Rudolf Steiner describió en sus estudios y que suceden cada siete años:

Primera etapa (las manos), del nacimiento al cambio de dentición (cero a siete años). Predomina la acción, el movimiento y la imaginación.

Segunda etapa (corazón), del cambio de dentición a la adolescencia (siete a 14 años). Predominan los sentimientos.

Tercera etapa (cabeza), de la adolescencia a la edad adulta (14 a 21 años). Predominan los pensamientos.
Actividades adaptadas al ritmo, etapa y habilidad de cada niño. Hay libre elección de actividad dentro de un abanico de opciones

 
El método establece las opciones más aptas para cada propósito y edad
Prevalece el método científico y se trata de ofrecer siempre al niño la realidad.

 

Se fomenta la capacidad innata de los niños de explorar su entorno y hacerse preguntas. Por este motivo, en Montessori se preparan los diferentes ambientes para que los niños puedan encontrar las respuestas que necesitan ellos mismos.

 

No se usan recursos relacionados con la fantasía para evitar confundir a los niños en su búsqueda de respuestas (no se les habla, por ejemplo, del Ratoncito Pérez para explicarles el proceso natural de la dentición).

 

Se hacen grandes esfuerzos para mantener viva la curiosidad innata de los niños, respetando sus intereses y aprendiendo mediante la acción y los materiales manipulativos.

 

Se da importancia a la repetición y el error es considerado una fuente de aprendizaje, no un fracaso

 
Prevalece el método creativo y se fomenta la fantasía y la imaginación.

 

Se concede importancia a las historias y personajes fantásticos durante los siete primeros años, aproximadamente, ya que se cree que la estimulación intelectual antes de dicha edad puede ser perjudicial para el niño.

 

Como consecuencia, en lugar de trabajar en áreas como las matemáticas y el lenguaje (que se introducen una vez pasados los siete años), se centra la atención en actividades artísticas y creativas como la música o el dibujo, los ritmos, el juego libre, el movimiento y el uso de la imaginación
Las aulas son espacios abiertos y libres con ambientes preparados.

 

Los niños pueden escoger libremente los materiales con los que quieren trabajar dentro de los expuestos en el aula y hacerlo de forma individual o en grupo.
Ambiente hogareño en primaria, aula tradicional con espacios para actividades concretas (como el juego creativo) en secundaria
El  maestro actúa como guía y facilitador del aprendizaje a través de actividades y materiales, mostrando a los niños cómo utilizar los materiales y dejando después que estos los usen por su cuenta.

 

También se realizan trabajos y actividades que suelen girar en torno a la vida práctica, el mundo (el espacio, los planetas, etc.), las matemáticas y el lenguaje manipulativo, el entorno y la naturaleza (botánica y zoología).

 

Todo esto permite al niño experimentar el conocimiento.
El maestro enseña los conocimientos a los niños siguiendo el currículo que Rudolf Steiner estableció, con proyectos de larga duración que permiten trabajar de forma global, desarrollando diferentes habilidades.

 

Los niños crean sus propios libros de texto a partir de los conocimientos que se les transmiten, personalizando e interiorizando de esta forma el proceso de aprendizaje.
Materiales prácticos, autocorrectivos, con dificultad adaptada y finalidad concreta.

 

Precisan de su presentación por parte del adulto que después se retira a un segundo plano mientras el niño investiga, explora y manipula.
Materiales desestructurados y creativos. Los materiales de juego son “abiertos” (sin una finalidad específica) para que los niños tengan que desarrollar su creatividad.

 

Juego libre sin intervención del adulto. Presencia de la fantasía

 

El rol del adulto

Mientras en la escuela tradicional se descarga la responsabilidad del aprendizaje del niño en el aula y los deberes y los padres «miden» la eficacia de ambas cosas en las notas finales, el papel que desempeña el adulto es esencial para que este tipo de educación se lleve a cabo de forma completa y adecuada. Tanto Waldorf como Montessori implican un cambio de enfoque y una mayor participación.

En la educación activa, el papel del adulto es el de acompañante. No sirve de nada hacernos con el arco iris Waldorf o la Torre Rosa Montessori si no sabemos asumir el papel que nos corresponde y acompañar adecuadamente al niño. La actitud respetuosa, el fomento de la individualidad y el desarrollo de la autonomía del niño son pilares fundamentales en las pedagogías alternativas más respetuosas con la infancia.

Como acompañante respetuoso, el adulto (padres/tutores/educadores) no fuerza el ritmo natural de desarrollo del niño, no le mete prisa y confía en que todo llega a su debido tiempo siempre y cuando se le proporcione al niño un ambiente adecuado y todo aquello que necesita para crecer y desarrollar sus facultades (cariño, respeto, alimento, materiales de juego adecuados, etc.).

¿Quiere decir esto que no podemos jugar con los niños, leerles cuentos o participar de sus actividades? Por supuesto que no. Podemos interactuar con los niños, pero no intervenir. Ni más ni menos. Ambas pedagogías evitan el «rescate» del niño por considerarlo perjudicial para su desarrollo.

El adulto interactúa en tres planos e interviene solo en uno:

Tercer plano. El adulto deja espacio a los niños y observa todo lo que se desarrolla (cómo interactúan los alumnos con los materiales y entre ellos, qué materiales utilizan y cuáles no, qué necesidades e intereses tienen, etc.).

Segundo plano. El adulto entra en este plano si detecta una tensión en el ambiente o algún conflicto. Centramos nuestra atención en el conflicto para interceder si es necesario para evitar una posible agresión.

Primer plano. El adulto interviene si se dan una o varias de estas tres situaciones:

  • El niño está a punto de hacerse daño o se ha dañado.

  • Agrede a otros niños.

  • Maltrata los materiales o el entorno.


Pros y contras

Las ventajas de las pedagogías respetuosas con la infancia son evidentes. Por citar solo algunas:

  • Respetan al niño y su individualidad, sus necesidades en cada etapa evolutiva, su personalidad, sus habilidades únicas y sus preferencias personales.

  • Le otorgan el protagonismo en el proceso educativo y de aprendizaje.

  • Promueven el pensamiento libre y autocrítico.

  • Defienden el conocimiento a través de experiencias vivenciales.

  • Fomentan la autonomía e independencia personal.

  • Otorgan importancia el trabajo en equipo.

  • Los niños aprenden a través del juego, las actividades y los proyectos, con mayor ilusión y alegría.


En definitiva, son métodos eficaces porque son métodos de acercamiento del conocimiento al niño de forma más natural y adecuada a su edad y momento vital.

¿Cuáles son las principales críticas? La primera es la dificultad de encontrar centros públicos que secunden este tipo de metodologías (aunque cada vez son más las escuelas públicas que los aplican), por lo que muchas familias se ven obligadas a acudir a centros privados que a menudo resultan caros (como todo colegio privado, independientemente de su metodología).

Como consecuencia, a lo largo de los años se han ganado una injusta fama de pedagogías elitistas ya que se considera que solo unos pocos pueden acceder a sus escuelas. Y digo injusta porque en realidad no hace falta tener en casa absolutamente todos los materiales Montessori o Waldorf para practicar el cambio de enfoque que proponen con los niños.

El que se trate de «escuelas sin libros», exámenes y notas también es algo que resulta a veces difícil de comprender y si no se ahonda en su filosofía, suele considerarse erróneamente (como decíamos al principio del post) que son métodos ineficaces con los que los niños no van a aprender absolutamente nada.

La pérdida de protagonismo del adulto a menudo también suele causar temor a la pérdida de autoridad y puede caer con facilidad en la permisividad más absoluta. Sin embargo, la experiencia de estas escuelas nos indica que los niños tienden a aprender más de quien respetan y admiran más: quien les respeta y admira más a ellos. También disfrutan mucho más aprendiendo cuando se confía en sus capacidades y se fomenta su autoestima dejándoles hacer las cosas por sí mismos.

Los adultos tendemos a confundir la libertad con el libertinaje con demasiada frecuencia. En las pedagogías alternativas también existen reglas de obligado cumplimiento, lo único que sucede es que las normas se simplifican y se reducen a las realmente importantes: el respeto a uno mismo, al prójimo y al entorno que nos rodea. De esta forma evitamos que los niños estén escuchando constantemente las palabras «no» o «prohibido» y crezcan con una mayor autoestima y confianza en sí mismos, aprendiendo acerca de los límites desde el respeto y el acompañamiento adulto.

Es frecuente que las escuelas de este tipo renieguen de las nuevas tecnologías (no todos los colegios Montessori y Waldorf lo hacen, pero sí hay una postura «oficial» que apoya el no-uso de pantallas).

Waldorf, en particular, es una pedagogía malentendida por muchos y que genera muchas dudas e inseguridad sobre su origen: las ideas de Rudolf Steiner, un filósofo austríaco que también era ocultista y fundador de la antroposofía (una filosofía que busca la comprensión global del hombre y del mundo, basada en una metodología propia que cree en la reencarnación y trata de describir lo que su autor denomina «los mundos espirituales»).

Esto hace que muchas personas consideren las escuelas Waldorf como una especie de secta. Sin embargo, Steiner fue muchas otras cosas además de ocultista: erudito literario, filósofo, educador, artista, autor teatral, pensador social… Y creó muchas otras cosas además de la antroposofía: la educación Waldorf, la agricultura biodinámica, etc.

Muchos también consideran los materiales Waldorf como demasiado desestructurados. El máximo ejemplo lo tendríamos en el arco iris Waldorf, uno de los materiales de juego más famosos, creativos y versátiles del mundo. Esa es, precisamente, la clave de su éxito; pero la falta de creatividad de los adultos a menudo nos hace considerar estos materiales como poco prácticos o por completo inútiles cuando en realidad el mejor juguete para un niño es aquel que él puede convertir en lo que quiera, imagine o necesite en cada momento.

Por otro lado, Montessori es criticado por todo lo contrario: la rigidez en el uso de sus materiales. A nadie parece divertirle demasiado la idea de hacer jugar a un niño a limpiar zapatos, desatar nudos o traspasar agua de un vaso a otro (por citar algunos ejemplos de materiales Montessori). Y, sin embargo, a los niños (que buscan imitar, colaborar, pertenecer y hacer las cosas por sí mimos) todas estas actividades les resultan placenteras. Muchos suelen combinar materiales de juego de ambas pedagogías y de muchas otras (como Reggio Emilia o Emmi Pikler).

Otro tema que suele generar cierta polémica en Waldorf, es que se considera perjudicial introducir la lectura y la escritura antes de los siete años ya que se considera necesario desarrollar y asentar primero otras cualidades. Este es uno de los puntos que resulta más polémico puesto que (aunque antes no es sinónimo de mejor), muchos padres sienten que sus hijos no están siendo debidamente formados.

Por otra parte, en la sociedad actual es muy frecuente que los niños muestren interés por las letras y los números a una edad cada vez más temprana ya que entran en contacto con ellos mucho antes.

Montessori, en este sentido, trabaja antes las actividades de preescritura y prelectura, aunque utiliza materiales diferentes al lápiz y el papel y deja que el niño siga su propio ritmo de aprendizaje. Y este es también un punto fuente de constantes debates: la escasa confianza que somos capaces de depositar en que, a su ritmo, los niños aprenden más y mejor (aunque puede que no tan pronto como parece ser que nos alegra a lo adultos que lo hagan).

¿Educación convencional o pedagogía alternativa? ¿Cuál es mejor? ¿Waldorf o Montessori? ¿Con cuál me quedo? ¿Son excluyentes?

Este es un debate que podría llevarnos años y quedaría irresoluto, porque no existe una pedagogía absolutamente perfecta ni una familia exactamente igual a otra. De hecho, hay cientos de libros que explican ambos sistemas y millones de textos y testimonios que los describen, defienden, y también están sus detractores.

Personalmente, opino que el sistema perfecto no existe y además de la metodología, la teoría y los materiales, la forma en que cada profesor la lleva a la práctica es muy importante. La respuesta más adecuada a esta pregunta sería por tanto, que la mejor pedagogía es aquella que mejor se adapta a las necesidades de nuestros hijos.

Yo soy bastante crítica con la enseñanza reglada. Lo he sido siempre, desde mi época de estudiante, y no era la única ya entonces. En mi colegio y después, en la Universidad, topé con muchos profesores que ya se planteaban la ineficacia de los temarios y los exámenes para dar clase. De hecho, muchos de mis profesores de entonces ya prescindían por completo de los libros y daban las clases como realmente les daba la gana, haciéndonos disfrutar mucho y, por tanto, convirtiendo sus asignaturas en nuestras favoritas.

A otros papás, en cambio, hacer las cosas «como siempre se han hecho» les aporta seguridad. Es una cuestión de enfoque, preferencias y necesidades.

También es común encontrar familias que llevan a sus hijos a colegios tradicionales y adoptan en casa métodos de enseñanza y convivencia alternativos. O familias que optan preferentemente por una pedagogía pero combinan elementos de otras.

Yo confieso estar mucho más familiarizada con la pedagogía Montessori, pero no dudo en echar mano a los materiales Waldorf o Reggio Emilia si los necesito en un momento determinado para, por ejemplo, potenciar más la creatividad e imaginación del niño, el juego sensorial, etc.

Y aunque no soy partidaria del engaño y la mentira (no fomento la creencia del niño en personajes irreales), no encuentro problema en que juegue con unicornios o se disfrace en Halloween siempre y cuando se le enseñe a distinguir realidad y fantasía (el tema de Papá Noel y los Reyes Magos yo personalmente lo llevo peor, porque ahí sí se les hace creer que realmente existen y después hay que desengañarles). Los animales que hablan, los seres mitológicos o los personajes fantásticos a menudo son para mí un buen recurso para enseñar a modo de fábula a los niños emociones y valores fundamentales para la vida.

Y es que tampoco veo la necesidad de escoger. No considero que sean del todo pedagogías incompatibles. Aunque los colegios que se definen como Montessori o Waldorf evidentemente tienen que seguir los métodos de la pedagogía que asumen, son numerosos los profesores y familias que adoptan diferentes recursos, herramientas y estrategias. Se pueden combinar diferentes opciones para dar respuesta a las necesidades específicas de los niños.

Y esto no solo incluye a las pedagogías Montessori y Waldorf, también hay otros enfoques igualmente respetuosos con la infancia como Reggio Emilia, Emmi Pikler o las Bosquescuelas.

Así que no, no tenemos que decantarnos obligatoriamente por una y ser muy estrictos. No hace falta que apliquemos absolutamente todo al pie de la letra. Las sociedades cambian y, con ellas, los niños. Yo, por ejemplo, no considero que las tecnologías sean malas en sí mismas y negarles el acceso a ellas en un mundo en el que ya ocupan un papel protagonista puede entorpecer su aprendizaje más que perjudicarles. Lo que sí es necesario es restringirles su uso (contenidos y tiempo de exposición) y enseñarlas a manejarlas.

En esto, como en todo lo demás, nuestra mejor brújula es el sentido común. Yo nunca le he negado a mi hijo jugar con letras y números (de hecho mi hijo, con dos años y nueve meses recita y lee todo el alfabeto y los números del uno al 20. Otro ejemplo: muchas de las familias que adoptan la pedagogía Montessori celebran la magia de la Navidad con todo su imaginario de personajes populares porque es preciso adaptarse al entorno sociocultural de los pequeños (o simplemente por tradición familiar o gusto personal).

Ahora bien, una cosa es fomentar y otra, muy distinta, forzar. Es igual de triste y contraproducente obligar a un bebé a caminar antes de tiempo, como quitarle un libro de las manos a un niño que adora leer y a quien los libros claramente le están dando una mina inacabable de nuevos conocimientos.

Revista Una Mama Novata.-

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