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Salud y Bienestar
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Pensar la peste

El filósofo esloveno Slavoj Zizek apareció  con motivo de la peste como "comunista light", y el italiano Giorgio Agamben como "fascista light", etiquetados por sus opiniones sobre el coronavirus y sus consecuencias. Parece que una manera sencilla  de juzgar a un filósofo es colgarle un sambenito, color a gusto. Se trata de quemar incienso en algunos altares de moda. Como  siempre, el incienso sirve para disimular el  hedor de los sacrificios.

El pánico que generó la peste es injustificado si se analizan los números reales .
El pánico que generó la peste es injustificado si se analizan los números reales .

Agamben se excedió sin duda -y se rectificó luego-  al acusar al gobierno italiano de inventar una epidemia,  ya que no todo es imaginario en ella;  pero no tanto en que la finalidad es instalar un estado de excepción que terminará siendo permanente, como tantos impuestos "por única vez" en la Argentina y como algunas medidas de vigilancia doméstica después del ataque a las torres gemelas de Nueva York.

Zizek miró a los efectos sociales de la peste:  la epidemia del coronavirus es un ataque contra el sistema capitalista global  y hay que  pensar en una sociedad alternativa. Que la alternativa fuera una variante del comunismo cayó algo gordo en muchos otros filósofos, entre ellos el coreano radicado en Alemania Byung Chul-Han, que replicó que el capitalismo saldrá posiblemente reforzado de la peste  y que ningún virus es capaz de matarlo.

Las caras de la idolatría

Agamben había suscitado cierto recelo en los ámbitos progresistas -con tendencia a  idolatrar el futuro-  debido a que en sus obras anteriores llamó la atención sobre la situación actual de la civilización occidental, devenida mundial, y buscó maneras de salir de ella apelando a oportunidades perdidas a lo largo de la historia, que describe como oportunidades de alcanzar la utopía. En el caso de Agamben se trataría para su críticos del error contrario,  es decir, de una idolización del pasado.

Sus afirmaciones de febrero sobre la epidemia "inventada" merecieron críticas de otros filósofos, y en general de la prensa que repite unánime consignas que parecen  más dirigidas a despertar temor  y generar confusión que a ofrecer datos para ejercer la racionalidad.

A mediados de marzo pasado, Agamben  insistió en sus puntos de vista con la intención de aclararlos  y definirlos.  “Lo primero que muestra claramente la ola de pánico que ha paralizado al país (Italia) es que nuestra sociedad ya no cree en nada más que en la vida desnuda. Es evidente que los italianos están dispuestos a sacrificar prácticamente todo, las condiciones normales de vida, las relaciones sociales, el trabajo, incluso las amistades, los afectos y las convicciones religiosas y políticas ante el peligro de caer enfermos”. Y agregó  “una sociedad que vive en un estado de emergencia perpetua no puede ser una sociedad libre”.

Estas consideraciones parecen aplicables también a la Argentina, donde el temor se ha generalizado y suele tomar formas crueles, como las agresiones o discriminaciones contra  médicos o enfermeros en sus viviendas, o los ataques mediáticos contra una octogenaria que salió a una plaza a tomar el sol.

El camino del medio

En medio de la polémica, en que no faltaron burlas ni argumentos ad hominem, otro filósofo italiano, Roberto Espósito, trató de hallar un camino intermedio, relacionando el coronavirus con la biopolítica de Michel  Foucault.

Contra los que sospechan que esta crisis es  un ensayo de control totalitario de la población con  un pretexto sanitario, Espósito dijo que en su criterio es  más bien una  descomposición de los poderes públicos, lo que en realidad no contradice la hipótesis del control porque los poderes actuales deberán ser reemplazados para instalar un gobierno totalitario. “Hoy ninguna persona con ojos para ver puede negar el pleno despliegue de la biopolítica. Todos los conflictos políticos actuales tienen en el centro la relación entre política y vida biológica”. Si bien para Espósito la democracia no está en riesgo, al menos por ahora, “estamos presenciando una politización de la medicina investida de tareas de control social”. Es decir, no está en riesgo, pero ojo al piojo...

La China llegó al tren

En las estaciones de trenes de Buenos Aires los pasajeros son obligados formar fila y a tomar distancia como en la escuela primaria. Luego son analizados uno por uno con cámaras traídas de China, que miden la temperatura corporal para decidir si viajan a los mandan  al hospital. Simultáneamente  Espósito advierte sobre el peligro de sobreponer sobre las instituciones democráticas otras propias del totalitarismo.

Semejante sobreposición es recomendada como modelo por la Organización Mundial de la Salud  y  es alentada y aplaudida por la prensa argentina, que no duda en alabar toda medida, aunque sea represiva, si su finalidad declarada, aunque quizá no tanto la real, es evitar los contagios y la propagación de la peste.

Luc Nancy

El filósofo francés Jean-Luc Nancy, amigo de Agamben, no comparte su posición porque el coronavirus  no tiene  vacuna y en su opinión es claramente capaz de una mortalidad mucho mayor que la gripe común.

Según el francés  "hay una especie de excepción viral –biológica, informática, cultural– que nos pandemiza. Los gobiernos no son más que tristes ejecutores de la misma, y desquitarse con ellos es más una maniobra de distracción que una reflexión política”.

Luc Nancy se contrapone así a la posición que atribuye responsabilidad a cierta clase política en la creación del actual estado de miedo en que está la sociedad. Libera del grueso de la responsabilidad a los políticos  y más todavía a algún otro estament o que influya sobre ellos y los coloca en posición de víctimas.

Los números según Goldschmidt

El bioquímico e investigador argentino Pablo Goldschidt, residente en Francia, considera que el pánico que generó la peste es injustificado si se analizan los números reales  y  que es la primera vez en la  historia que una infección respiratoria detiene el planeta.

Hizo notar que el año pasado hubo más de 700.000 personas  muertas por infecciones respiratorias sin que el mundo se parara por eso.

En declaraciones a la televisión argentina recordó que aunque haya habido en Inglaterra, por ejemplo, un muerto por Covid cada  nueve minutos, hay uno cada dos minutos de neumonía bacteriana, sin que cunda la alarma ni se conmueva la opinión pública.

Estimó que en la China la mortalidad provocada por el Covid 19 es del 0,66 por ciento, una cifra mucho menor que la primera que se conoció -y que fue la que tuvo en cuenta Luc Nancy- calculada sobre los internados y no sobre la población general.

Hizo notar que en Inglaterra se están revisando todos los certificados de defunción  porque hace varias semanas que no hay muertos de infartos ni de  accidentes cerebro vasculares.

De la Redacción de AIM.

 

 

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