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Caleidoscopio
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Mal de ojo: ¿mentira o realidad ?
Mal de ojo: ¿mentira o realidad ?

El mal de ojo

Hay personas muy sensibles a la presencia de otras; son capaces de saber inmediatamente que no están solas cuando hay alguien cerca aunque no se haga notar y estén en la oscuridad, y también de sentir oscuramente que son observadas, aunque el observador no se haga ver.

En cierta ocasión Mussolini caminaba con funcionarios y partidarios por la calle cuando se dio vuelta súbitamente y quedó mirando hacia atrás. En ese momento, alguien que caminaba a su espalda sacaba un cuchillo para atentar contra su vida. Algo en él, un sentido difuso pero eficaz, le advirtió del peligro y le salvó la vida, que de todos modos perdería después.

La sensibilidad para descubrir una presencia extraña que trata de pasar inadvertida, puede ser ejercitada. Un espía, por ejemplo, debe tenerla muy viva. Claro que su capacidad puede derivar de su entrenamiento para conocer cómo interpretar mínimos detalles que pasan inadvertidos, por debajo del nivel de percepción de la gente que no tiene esas necesidades profesionales.

Sin embargo, una cosa son los detalles mínimos, pero perceptibles, y otra las formas de energía que no captamos con ninguno de los cinco sentidos, pero no por eso dejamos de captar, y que algunas personas reconocen como sumamente importantes y significativas.

Al momento de las explicaciones, los factores ideológicos, muchos de ellos heredades incluso de la prehistoria, aparecen para revestir toda la cuestión de un aspecto de superstición e irracionalidad que provoca sobre todo en las clases medias un rechazo indiscriminado, en bloque.

El mal de ojo
Una de estas explicaciones toma cuerpo como "mal de ojo", fuerza sin explicación como no sea por sus efectos concretos, que se atribuye al odio o la envidia desbordados del que la posee y se considera efectiva en la medida en que la sufre alguien débil: un niño, un enfermo.

El mal de ojo, con variaciones abundantísimas, tiene presencia ante todo en el mundo mediterráneo y en todas partes donde la influencia del sur de Europa se ha hecho sentir.

Pero hay equivalentes autóctonos un poco por todo el mundo, en particular en América, donde los encargados de "tratarlo" son los curanderos, en el área del Caribe los indígenas sobre todo.

La vinculación popular del mal de ojo con la envidia llevó suponer que la misma palabra envidia provenía de "mirar con mal ojo"; es decir, con propensión crítica injustificada, y de allí a la envidia y con ella, como pasión fuerte capaz de dañar ante todo al envidioso, pero también al envidiado, al "mal de ojo".

La cosa viene de lejos
Esta interpretación proviene de los antiguos griegos, no por supuesto de los filósofos sino del pueblo, que consideraba "apotropaico" a las plantas, objetos, talismanes o inscripciones capaces de alejar el mal de ojo, ya que esa palabra proviene de otra que significa "alejar"

Más cerca en el tiempo, el Corán atribuye a los infieles el poder de "casi hacer dormir a los creyentes con sus miradas". Se trata aquí de un poder casi hipnótico, que notablemente pueden desarrollar mediante técnicas apropiadas los hipnotizadores para concentrar todos los sentidos en un punto e inducir el sueño. Así ocurre también cuando quedamos sometidos a percepciones demasiado monótonas, como el caso de una larga ruta sin nada que distraiga. Entonces el riesgo de adormecimiento y accidentes aumenta considerablemente.

Ni envidia ni admiración
La creencia popular, que no se para mucho a reclamar demostraciones racionales, adjudica poder para "ojear" no solo al envidioso sino al que admira, porque en ambos casos puede haber desbordes de energía, y la vista es un vehículo muy efectivo. Jean Paul Sartre, que seguramente no creía en el mal de ojo, sí dijo por ejemplo: "la mirada del otro me paraliza". Es más incluso que lo que la gente normalmente teme del mal de ojo.

Se trata de una creencia mucho más extendida de lo que parece, porque hay muchos que saben no serán bien considerados en el ambiente en que desenvuelven si la confiesan.

En su forma más sencilla consiste en creer que hay personas que acumulan tanta maldad -pero no solamente maldad- dentro de ellas que con solo fijar su mirada en la persona elegida, puede afectarla con el mal de ojo, trayendo todo tipo de infortunios encadenados, y provocarle continuos episodios de desgracias.

Diagnosis
Una "cura" que practican los curanderos en la Argentina es diagnosticar primero el mal, para lo que vierten aceite comestible en un mechón de pelo del "aojado" y se recoge el líquido en un vaso con agua: si la persona está aojada el agua se mezcla con el aceite. Para curar al afectado hay que pronunciar oraciones hasta que en el líquido los dos líquidos, agua y aceite, normalmente inmiscibles, se separan y se ve al aceite flotar sobre el agua.

Otro modo de diagnosticar es pasar un huevo de gallina sobre el pelo del afectado. Luego romper el huevo y verterlo en un vaso de agua para observar las particularidades del mal

Prevención y terapia
La cinta roja en la muñeca que mucha gente suele usar a veces solo porque las usan otros, pero a menudo con c cierta conciencia de su utilidad real o supuesta es una prevención contra el mal de ojo. Actúa por así decir mecánicamente, como escudo, porque se la considera capaz de desviar hacia ella la mirada que "aoja" de modo que no produzca el efecto temido.

Por una especie de "magia simpática" en la decadencia final del imperio egipcio el mal de ojo, también conocido allá como en todo el ámbito Mediterráneo, como ya consignamos, era combatido apelando al "ojo de Horus", el dios tuerto, personificación del sol. Una mirada tan potente como esa, conveniente derivada en nuestro provecho mediante el arte de mago, debía anular la influencia del "aojamiento" terrenal.

En el país vasco, el único pueblo ibérico que conservó su idioma ante el avasallamiento romano, subsisten tradiciones para el tratamiento del mal de ojo que provienen de la edad de la prehistoria. Son amuletos de plata y bronce que todavía usa el pueblo.

En América proliferan los medios de atender el problema. Uno es escupir a las embarazadas o a los bebés, considerados como muy propensos a ser "aojados", porque la saliva es considerada como protectora.

El mismo efecto se atribuye a ciertas cuentas de vidrio azul, que son consideradas un "ojo" que contrarresta el efecto del aojamiento, tal como el ojo de Horus en Egipto.
También se pasa un conejito aperiá o el huevo de ciertos pájaros por todo el cuerpo de afectado para que "retire" el mal.

Otro objeto dotado de facultades curativas especiales es el cordón umbilical de los recién nacidos, que en Mesoamérica suele conservarse para usarlo frotándolo donde sea necesario.
La figura de un puño cerrado con el dedo medio extendido, con significación obscena y desafiante, es popular en todo el mundo, pero solo como demostración de hostilidad o desprecio, como suelen ser también los dedos semejando cuernos.

Sin embargo, se trata de la superviviencia y expansión del figa, o higa, un amuleto gallego cuya finalidad inicial era solamente combatir el mal de ojo. Un amuleto con la figa colgando del cuello de los bebés es común en los países del caribe, donde solo tiene un significado protector.

Síntomas
¿De qué pretenden defenderse los que buscan protección o cura contra el mal de ojo? ¿Cuáles son los síntomas que temen? Son varios: el adormecimiento hipnótico de que habla el Corán es uno. Pero hay muchos otros, que dependen de la edad del afectado y del "poder " quien lo produjo. Entre ellos:

En niños y bebés llanto incontrolable sin causa aparente, diarrea, brotes en la piel, pesadillas, pérdida de apetito o vómito después de comer.

Los adultos manifiestan pérdida de apetito, fiebre, insomnio, escalofríos e incapacidad para concentrarse.

De otro orden son los relacionados con la mala suerte y pérdidas de amigos y parientes y negocios negativos. También el "aojado" está nervioso, asustado y agitado, siente mareos, náusea, diarrea y dolores de cabeza y espalda. También puede de opresión en el pecho (angustia) y malos presentimientos.
De la Redacción de AIM

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