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Caleidoscopio
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Maquiavelo: en política, usar medios amorales.
Maquiavelo: en política, usar medios amorales.

El sueño de Maquiavelo

Cuenta una leyenda, que muy probablemente tenga puntos de verdad, que al morir en Florencia de peritonitis el 21 de junio de 1527, Nicolás Maquiavelo se negó a recibir la extremaunción en una época en que semejante cosa era casi impensable.

A pesar de los dolores abdominales, explicó sus razones al cura, cuando ya se retiraba rechazado de la habitación: "Yo quiero ir al infierno. En el cielo solo podré encontrar mendigos, monjes y apóstoles. En el infierno estaré rodeado de Papas, príncipes y reyes".

Esta declaración, coherente con una posición anticlerical sustentada en sus puntos de vista, que consideraban a la iglesia solo como potencia política, es también coherente con un sueño que habría contado a sus pocos amigos poco antes de morir.

Dijo haber visto en sueños a una multitud de hombres, mal vestidos, de aspecto miserable y que daban muestras de sufrimiento. Les preguntó quiénes eran, y ellos le contestaron: "Somos los santos y beatos, vamos camino del paraíso". Vio después a una muchedumbre de hombres de aspecto noble y grave, ataviados con ropajes solemnes y que arduamente debatían importantes problemas políticos. Entre éstos reconoció a los grandes filósofos e historiadores de la Antigüedad, que habían escrito obras fundamentales: entre ellos a Platón, Plutarco y Tácito. También les preguntó quiénes eran y hacia donde se dirigían: "Somos los condenados del infierno", le contestaron.

Concluido el relato, explicó a sus amigos que prefería, con mucho, ir al infierno para conversar sobre política con los grandes hombres de la Antigüedad, antes que ir al paraíso a morirse de tedio con los santos y beatos.

Por lo menos así lo cuenta el profesor de teoría política Maurizio Viroli en su obra de 1998 "La sonrisa de Maquiavelo", sonrisa con la que aparece en su retrato más conocido, obra de Santi di Titto.

Maquiavelo fue durante 14 años canciller de Florencia, después de la experiencia teocrática del fraile dominico Girolamo de Savonarola, que terminó en la hoguera a la que lo mandó el papa Borgia. Entonces Florencia era una república, una ciudad estado conducida por Pedro Soderini, gobernante vitalicio. Maquiavelo aprendió y aplicó la política ejerciéndola y leyendo por su cuenta a algunos clásicos: Herodoto, Polibio, Tito Livio y Tácito.

En 1511 Soderini fue depuesto por la Santa Liga formada por iniciativa del Papa Julio II. Maquiavelo, su canciller, fue encarcelado y torturado. La tortura era bastante molesta, porque implicaba la dislocación de los hombros. ¿Esta es una forma de tratar a los poetas? se quejó en carta a un amigo, que evidencia sus pretensiones literarias.

Los Médici volvieron al poder en Florencia, y gracias al Papa Medici, León X, Maquiavelo fue liberado. Tratando de obtener un cargo que evitara la miseria, ya que debía mantener a su mujer, a siete hijos y a sus amantes, dedicó al Médici que gobernaba Florencia, en rigor su adversario, el manuscrito de El Príncipe, que se llamó en principio "De los Principados".

La historia atribuye sin ponerla en duda a un cura francés la noticia del sueño de Maquiavelo, un siglo después de la muerte de éste. Un teólogo protestante, Innocenti de Gentilli, denunció por ese tiempo a Maquiavelo como instrumento del diablo. Negó para empezar que haya creado la ciencia política, sino la ciencia de la tiranía, "porque toda su filosofía es una guía para que los tiranos dominen a los pueblos". En cierto modo, de Gentilli tenía razón, pero más de la que creía, porque la política es la búsqueda y el ejercicio del poder, que necesita quien ejerza la dominación y quien la sufra.

Guiado por su concepción descarnada y sin ilusiones de los hombres y del poder, Maquiavelo rechazó sin vueltas el paraíso, como se ve en su última explicación al cura que quería darle la unción de los enfermos y por otro lado, por el sueño que se le atribuye.

Maquiavelo no cree en que puedan prosperar las almas ingenuas, como Jesucristo o -mucho más cercano a él- Savonarola, "el profeta desarmado". Ambos fracasaron y El Príncipe es en cierto modo una guía para no fracasar en otra meta: lograr la unidad de Italia cuando Francia y España ya la habían logrado. La principal crítica que dirige a la Iglesia es que con su corrupción, su irreligiosidad de fondo, su interferencia en la política y su poder militar insuficiente, impide aquella unidad.

El Príncipe tuvo un éxito enorme, a pesar de que posiblemente la obra principal de Maquiavelo no sea esa sino "Discursos sobre la primera década de Tito Livio", mucho más extensa. Pero tuvo a su favor la propaganda; no la favorable, sino la muy negativa en que se obstinaron desde el principio los jesuitas y dominicos, que no pudieron perdonar su anticlericalismo y lo promovieron a su pesar.

Se obstinaron en hacerlo aparecer como un demonio encarnado, que pretendía subvertir el orden moral porque era él mismo un amoral absoluto. La máxima "el fin justifica los medios" es originalmente jesuita, pero éstos se las arreglaron para hacerla pasar como de Maquiavelo al punto que es la que se le atribuye con más frecuencia, aunque no aparece en sus escritos.

En Los Hermanos Karamazov, Dostoievsky presenta en tiempos de Maquiavelo, en Sevilla, al cardenal Gran Inquisidor como la voz de la Iglesia condenando por segunda vez a Cristo, que 15 siglos después regresó y resucitó a una joven muerta. Apreciando y temiendo la influencia que tenía sobre el pueblo, el Inquisidor hizo apresar a Cristo y en el calabozo le preguntó "¿por qué has venido a molestarnos?" para terminar su discurso con "vete y no vuelvas nunca".

Misticismo ruso aparte, porque el misticismo era totalmente ajeno a Maquiavelo, la iglesia de aquel tiempo tuvo éxito según el autor del Príncipe por su carácter anticristiano: en vez de desprenderse del poder terrenal, se aferró a él con uñas y dientes; en lugar de sinceridad, manipulación, en lugar de camino de salvación, instrumento de dominación.

Para Maquiavelo la iglesia era un sistema organizado para justificar un poder actual por medio de una esperanza futura. Según el lenguaje al uso hoy, una institución que se reserva la interpretación y dogmatización de símbolos para constituir un poder y discutir en el terreno político. La iglesia no podía perdonarle la revelación del efecto corruptor sobre la sociedad de los manejos del Papa y la curia.

Con claridad meridional y agudeza quirúrgica, Maquiavelo echa al ruedo a la religión no porque sea falsa o verdadera, sino por sus efectos sociales y políticos. La ve solo como una competidora más por el poder, una facción que usa una estrategia ideológica que consiste en vestir una armadura sobrenatural. Maquiavelo hace notar que en tiempos del politeísmo los dioses creaban menos problemas políticos que cuando se trata de defender un dios único y una sola verdad.

Para Maquiavelo es legítimo en política usar medios amorales para obtener los fines deseados, pero se trata de un procedimiento antiguo que usaron griegos y romanos y está proclamado en las páginas de la Biblia. Y él, además, recomienda aplicarlo con moderación y midiendo siempre las consecuencias, lo que evitaron considerar sus críticos. El dios de Abraham y de Moisés masacró pueblos en guerras, transformó en sal a poblaciones enteras y condenó el pecado de uno a lo largo de varias generaciones. Hizo notar que su obra es apenas una teoría de lo que la fe propone como natural.
De la Redacción de AIM.

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