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Caleidoscopio
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Lenguaje, riqueza y pobreza

Las técnicas de manipulación son ahora mucho más potentes y variadas que nunca. Se aplican a lograr gente apática, pasiva, cómoda en lo posible, limitada a lo concreto, de miras cortas, sin perspectivas, olvidada de reivindicaciones que fueron la sal de la vida y dispuesta a aceptar los dictados del poder.

Una consecuencia de la manipulación es la merma creciente de la capacidad de comunicación y posiblemente, por vía del empobrecimiento del lenguaje, de la capacidad de pensar.

La "ciencia de las letras" cabalística considera a la palabra como el pensamiento proferido, su aspecto exterior, y al pensamiento como la palabra aún no proferida; descuenta una relación íntima entre ambos. Las palabras no solo permiten compartir nuestros contenidos mentales sino también formarlos. El idioma es un bien cultural fundamental.

En "Las iluminaciones de La Meca", del siglo XIII, el sufí español Ibn Arabí simboliza el universo en un libro, cuyos caracteres serían las esencias eternas. Estos caracteres han descendido del ámbito de las ideas para formar el mundo manifestado. La intención es establecer una correspondencia entre el lenguaje y el universo, de modo que ambos tengan la misma extensión.

El diccionario de la Academia tiene unas 100.000 palabras. En El Quijote, Cervantes usó poco más de 22.000. En las óperas italianas, los cantantes se arreglan con alrededor de 300. El vocabulario de muchos jóvenes suele limitarse a poco más de 200, buena parte insultos y emoticones. Usan el 0,03% del total de las palabras del idioma, el resto es para ellos terra incognita que no intentan explorar: serían ridiculizados por sus pares.

Wachiturros ejemplares
Los Wachiturros son una banda argentina de regatón, formada en su tiempo por adolescentes de Morón. Su jefe, Leito, respondió así en una entrevista periodística:
– ¿Qué hobbies tenés?
– ¿...?
– ¿Cuáles son tus hobbies preferidos?
– Ehhh, no sé qué quiere decir.
– ¿Qué hacés en tu tiempo libre?
– Ahhhh, tiro facha con la moto...
Los viejos pueden no entender al primer intento "tiro facha", pero quizá en el futuro aparezca en el diccionario de la academia. Una esperanza está en la creatividad inherente al lenguaje.

Expresión y participación
La capacidad de expresión se ha limitado y seguramente ha incidido en la capacidad de abstraer. Los jóvenes leen poco o no leen, no escriben correctamente según normas que ignoran o desprecian y poseen un lenguaje muy limitado. Semejante empobrecimiento tiene consecuencias políticas, crea una población domesticada con escasa capacidad de respuesta, como un animal que siente el dolor pero no puede verbalizar el sufrimiento.

Otra luz de esperanza es que más que la abundancia de palabras importa la inteligencia que las asocia, pero ésta no puede desarrollarse plenamente en un vacío de palabras. Por otra parte, analfabeto era antes y sigue siendo quien no sabía leer ni escribir, pero los adultos mayores se han convertido en otra clase de analfabetos por ignorancia del lenguaje informático, por no entender el manejo de computadoras o teléfonos celulares, por dificultad de orientarse en el mundo virtual, de signos, contraseñas e inteligencia artificial.

Los adolescentes usan las palabras que conocen y adivinan el significado de algunas que no conocen. El lenguaje de los adolescentes se acomoda a las tecnologías digitales, que por su rápido desarrollo tienden a crear una barrera comunicativa entre las generaciones.

Los adolescentes comprimen el lenguaje y dan muchos sentidos a la misma palabra, la sobrecargan de modo que para entenderse se ayudan con el contexto y el lenguaje corporal. Interpretar sus mensajes requiere un trabajo que fácilmente puede fallar al punto de suscitar la queja de "no entender a la juventud". El lenguaje adolescente no puede ser entendido sin analizar el entorno, el contexto, lo que los adolescentes pueden hacer muy eficazmente; pero como factor extralingüístico escapa a los que no están en el secreto y los dejan en la ambigüedad.

Antes, en Oriente
Un grupo de misioneros anglicanos reunió a vedantinos en la India para explicar los logros de la la ciencia occidental. Los escucharon en silencio y al final, uno de ellos dijo: "eso es una ciencia ignorante, adecuada para chicos de 12 años". Era la valoración del conocimiento occidental desde el saber oriental; pero los 12 años tienen mucho sentido, porque es la edad en que los chicos comienzan a desarrollar el pensamiento abstracto.

La pérdida del pensamiento abstracto es una pérdida mayor: es una consecuencia de varios reduccionismos que limitan la sabiduría al conocimiento y éste a la información, que confunden la opinión con la verdad. El pensamiento abstracto, que ya cedió casi todo a favor del concreto inmediato, permite transcenderse, concebir "el ser en cuanto ser" de que hablaban los antiguos.

De Bach a Beethoven
Los cambios en la valoración del lenguaje no se limitan a las palabras, afectan también a la música. Un especialista que quería explicar la evolución musical decía que la polifonía fue capaz de hacer dialogar varias melodías que un oído entrenado podía escuchar como una conversación inteligente. Pero llegado cierto momento, la gente se habría cansado de una estructura demasiado intelectual, de complejidades difíciles de desenredar, y habría optado por una sola melodía con acompañamiento armónico, todavía sin perder la compostura. Cuando esta modalidad también pareció insuficiente apareció el grito, el arrebatamiento, el exhibicionismo sentimental de los románticos. Es la transformación de Bach a Mozart y de Mozart a Beethoven.

Parece, pero no es
Una de las exigencias de la demagogia es que no haya secretos, que todo esté a la vista de todos porque todos tienen derecho a conocer todo. Esta exigencia es satisfecha ficticiamente por los medios de comunicación de masa, que ponen ante nosotros un relato, una hiperrealidad con poca relación con la realidad.

El secreto no se elimina; pero basta que la gente crea que toda obscenidad y pornografía está a su alcance para que se interese en lo que se ofrece e ignore el resto, que es casi todo.

La gente, muy ocupada en llegar a lo indispensable, al momento del descanso se satisface con el espectáculo que ofrece la pantalla.

Los medios de comunicación ponen a los espectadores frente a un mundo sin realidad, cuyo fin es generar una masa inerte, que solo aspira a mantenerse entre los que pueden consumir.

Los espectadores de un espectáculo sin contenido, que solo ofrece una ilusión de sentido, se convierten en seres sin razón ni consciencia, porque el mensaje amputa cualquier exigencia crítica. El consumo es prestigioso, simula un valor social sin relación con el valor de uso de las mercancías.

Aparece la palabrería vacía, deliberadamente escasa, que no trata de asegurar ninguna creencia sino de dar una impresión de los hechos que no concuerda con los hechos.

Las palabras vacías del relato apartan del hecho real con la intención de confundir a la audiencia sobre lo que sucede, "hacerle pasar gato por liebre".

Al final, parece que nada puede ser cambiado, prevalecen relatos intercambiables que impiden abrirse a hechos no relatados, porque la subjetividad que tenía ese poder perdió el sentido.

Por la vía del empobrecimiento del léxico hemos llegado a un empobrecimiento mental que opacó conceptos como sustancia, historia y verdad, para hacer brillar la utilidad. La calidad quedó exiliada, solo la cantidad importa: en las estadísticas, en las elecciones, en las ganancias, en la cuenta bancaria.
De la Redacción de AIM.

Expresión y participación lenguaje pobreza RAE expresión Wachiturros

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