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El necesario proceso de renaturalizar las ciudades para proteger la biodiversidad

De entre las muchas cosas que aprendimos como sociedad en la nueva realidad provocada por la pandemia del coronavirus, una de ellas fue que, en ausencia humana, las especies vegetales y animales colonizan el espacio urbano.

Conocimos entonces numerosas citas de la presencia, en entornos urbanizados, de garzas, zorros, jabalíes, corzos, erizos y otras especies que, sin la presión antrópica, se movieron a sus anchas entre nuestros coches y viviendas. La vida se abrió camino una vez más.

Sin reducir ni un ápice la gravedad de la pandemia y los efectos letales que tuvo sobre la población humana, no vamos a dibujar hoy escenarios apocalípticos donde nuestra especie desaparece del planeta y las poblaciones de plantas y animales ocuparían los espacios que, en otro tiempo, fueron dominio del Homo sapiens. No obstante, las imágenes de Prípiat, la ciudad fantasma ucraniana en la zona de exclusión de Chernóbil nos ilustran muy bien ese posible mundo distópico.

En la actualidad, nos enfrentamos, realmente, a la sexta extinción masiva de especies como resultado del profundo proceso de transformación del planeta provocado por la acción humana y del cambio climático derivado del mismo.

De las 8,7 millones de especies animales y vegetales potenciales (pues solo se conocen alrededor de 1,2 millones), la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (Uicn) calcula que más de 44.000 estarían amenazadas de extinción.


Nos enfrentamos, realmente, a la sexta extinción masiva de especies

La pérdida de hábitats, la sobreexplotación de recursos naturales, la contaminación, las especies invasoras y el aumento de la temperatura media de la Tierra son las cinco grandes amenazas causantes de ese declive de la biodiversidad y que, en entornos urbanos y periurbanos, se hace aún más patente.

Las organizaciones que trabajan en la protección de la biodiversidad de manera intensa y, siempre, bajo criterios científicos, como WWF, identifican ese objetivo conservacionista con las especies bandera como el rinoceronte blanco y el elefante de los grandes espacios naturales de África, la ballena azul en los grandes océanos, pero también con la nutria, el lince ibérico o el gorrión común, especies más cercanas para nosotros.

En este contexto global, el trabajo a nivel local y regional se muestra como una estrategia fundamental para conservar la biodiversidad planetaria. Mediante la imitación de los procesos ecológicos que ocurren en la naturaleza, lo que conocemos como las Soluciones Basadas en la Naturaleza (SbN) o Nature Based Solutions, podemos generar hábitats urbanos que mejoren, de manera significativa, la presencia en las ciudades de especies de insectos polinizadores (como las abejas o las mariposas), aves y pequeños mamíferos.

El control de las especies no autóctonas en parques y jardines, la creación de conectores ecológicos entre los espacios verdes urbanos y el entorno natural y la renaturalización de ríos urbanos, como el caso del Besòs en Santa Coloma de Gramenet, son algunos de esos ejemplos que, a través de sus especies emblema, como la nutria europea (Lutra lutra), la anguila común (Anguilla anguilla) o el martín pescador (Alcedo atthis), nos muestran un modelo a seguir: Los refugios de biodiversidad.

Podemos generar hábitats urbanos que mejoren la presencia en las ciudades de insectos polinizadores, aves y mamíferos

Las Soluciones Basadas en la Naturaleza, aplicadas en estos proyectos de renaturalización, son un nuevo instrumento que abarca a todas las acciones para mejorar los ecosistemas y los servicios que estos proveen (servicios ecosistémicos), y responder, así, a los grandes desafíos de la sociedad como el cambio climático, la seguridad alimentaria o el riesgo de desastres ambientales.

Una mayor biodiversidad en los ecosistemas, también de los ríos urbanos como el Besòs, implica una mayor resiliencia contra los efectos del calentamiento global. La pérdida de especies vegetales y animales como consecuencia de la deforestación, la destrucción de hábitats, la agricultura intensiva y la aceleración del cambio climático favorecen, entre otras consecuencias negativas, el paso de los patógenos de animales a humanos y esa es una tendencia que podemos y debemos revertir. Aún estamos a tiempo.

Fuente: La Vanguardia (España)

biodiversidad urbanismo y transporte

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