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La biodiversidad del Mediterráneo en riesgo

El récord de temperatura del mar evidencia la necesidad de un plan para restaurar los ecosistemas

El verano está rompiendo récords de temperatura en el Mediterráneo y por extensión en todo el océano, cuya superficie registró en julio la medición más alta constatada hasta ahora a nivel global, con 20,96 grados centígrados. Una evidencia de que el cambio climático avanza de manera progresiva, impactando en la biodiversidad y poniendo de relieve la necesidad de tomar medidas para paliar su efecto en la vida humana.

La extrema calidez del 40 por ciento de la superficie del mar (que podría extenderse en septiembre hasta el 50 por ciento) ha puesto en alerta a la comunidad científica, pero también está siendo palpable a pie de playa, donde muchos turistas han podido comprobar en carne propia que las aguas de Florida o la costa mediterránea tienen temperaturas más propias de una bañera gigante que del mar. Unos porcentajes que no se habían visto desde que existen registros (al menos desde el año 1991). La pérdida de hielo en la Antártida se ha multiplicado, a su vez, por cuatro, evidenciando la dimensión de la anomalía climática.

Estas olas de calor marinas han doblado su frecuencia entre 1982 y 2016, según las estimaciones de Naciones Unidas. Y sus consecuencias se están dejando notar ya en múltiples frentes, como el aumento del nivel del mar -provocado por la masa líquida que fluye desde los glaciares derretidos- o el cambio en las corrientes que alteran el clima. También en la desaparición de especies asfixiadas por la acidez de la mar debida a la acumulación de CO2 (en playas de Galicia ha habido mortalidad de moluscos debida a la pérdida de oxígeno en el agua, pues éste depende de la temperatura).

El exceso de calor oceánico se transmite, además, a la atmósfera e influye en la meteorología, provocando ciclones intensos que afectan a los habitantes de amplias zonas del planeta.

El monzón en Asia es un ejemplo de la fuerza de unos patrones que en el Mediterráneo se traducirán, según los expertos consultados, en una gota fría más intensa este año. Todo ello afecta también a las economías que dependen de industrias como la pesca y la agricultura.

El aumento térmico marino también es resultado del fenómeno natural de El Niño, que ocurre cada cierto número de años por el calentamiento del Océano Pacífico e influye en el clima global al afectar a los patrones de circulación en la atmósfera. Ahora bien, la acumulación de gases de efecto invernadero por la quema de combustibles fósiles ha ido extremando ese fenómeno.

Los datos invitan a una reflexión sobre cómo revertir esta tendencia para proteger los océanos de estos repuntes térmicos, que pasaría por una revisión a fondo de la política de la Unión Europea que pusiera el foco en la restauración de los ecosistemas en paralelo a la imprescindible transición energética para la descarbonización de las economías.

Y también por apostar por las inversiones de adaptación al cambio climático y las tecnologías de captura del dióxido de carbono.

Fuente: El Mundo (España)

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