Aunque el fracking (fractura hidráulica) es una alternativa desabastecimiento de hidrocarburos, es imposible volverla una actividad energética sustentable, a diferencia de otras fuentes de energía con menores impactos ambientales negativos que se pueden aprovechar en México, dijo el director de la Facultad de Responsabilidad Social de la Universidad Anáhuac, Miguel Ángel Santinelli.
México posee una de las mayores reservas de gas en el mundo, estimada al equivalente de 59 mil 900 millones de barriles de petróleo de acuerdo con la Administración de Información Energética de Estados Unidos.
Desde 2017, el fracking se encuentra regulado mediante los lineamientos expedidos por la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (Asea) y Conagua, y su utilización significa una reducción del coste de energía, una mayor extracción de combustibles fósiles y la creación de empleos relacionados a estas actividades.
Sin embargo, para el especialista la fracturación hidráulica tiene repercusiones en el medio ambiente, ya que un solo pozo requiere entre nueve y 29 millones de litros de agua, suficiente para llenar hasta ocho albercas olímpicas, lo que representa 10 veces más el volumen requerido comparado con el modo convencional de extracción.
Miguel Ángel Santinelli, señaló que actualmente se cuentan con más de 8 mil 400 pozos de fracking en siete estados: Chiapas, Coahuila, Nuevo León, Puebla, Tabasco, Tamaulipas y Veracruz, tres de los cuales tienen una grave crisis de agua.
Está técnica se utiliza a pesar de que la actual administración federal se comprometió a prohibir esta técnica de extracción, la Alianza Mexicana contra el Fracking reportó en 2020 que la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH) aprobó seis planes de exploración de combustibles a partir de fracking a empresas públicas y privadas.
A esto se suma que Petróleos Mexicanos (Pemex), en su Plan de Negocios 2019-2023, sigue colocando la exploración de yacimientos por fracturación hidráulica como una prioridad.
Fuente: Milenio