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Política
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Los desafíos de la educación ambiental en medio de una crisis alarmante

El Día de la Educación Ambiental llegó este año en un contexto que la da aún más sentido a su necesidad: una bajante histórica del río Paraná, temperaturas extremas, sequía e incendios que barren con miles de hectáreas de vegetación y fauna en islas y monte nativo. María José López Ortíz, exsecretaria de Educación Ambiental y actual secretaria de Prensa de AGMER Paraná, dialogó con AIM y reflexionó sobre los desafíos que esta problemática impone a docentes y a la sociedad en su conjunto.

—Qué relevancia tiene los docentes y el sistema educativo en cuanto al cuidado del medioambiente y su biodiversidad?
—El sistema educativo en todos sus niveles, dada su obligatoriedad y su universalidad, puede llegar a gran cantidad de estudiantes, y a través de ellos a sus familias, en una transmisión de saberes y hábitos. Muchas veces son los niños y las niñas quienes llevan a sus casas algunas acciones aprendidas en la escuela y que motivan a sus familias a sumarse; por ejemplo en la separación de residuos, en la siembra de semillas, en el reconocimiento de especies, y que lo llevan con un entusiasmo mucho mayor al que quizás un adulto podría llevar a otro adulto.
Por otro lado cada vez podemos encontrar cada vez más materiales didácticos, juegos, propuestas interactivas, que nos permiten conocer las ecoregiones, la biodiversidad, los saberes populares. En Entre Ríos hay una gran producción de todo eso y creo que no se puede cuidar lo que no se conoce, por eso es fundamental el rol del sistema educativo y de todos sus actores en todos sus niveles.

—¿Por qué considerás que adquirieron tanta incidencia en la agenda política y educativa los problemas ambientales?
—Los problemas ambientales vienen siendo visibilizados cada vez más y desde hace muchos años por las comunidades que los sufren, por las asambleas y colectivos que se conforman a lo largo y a lo ancho del país, ya sea para denunciar, frenar atropellos o promover nuevas formas de producción.
Son estos colectivos los que han puesto en agenda las problemáticas ambientales, a fuerza de una gran perseverancia y diversidad de modos de lucha. El ámbito político no tiene otra opción que escuchar esos reclamos que son cada vez más fuertes.
En algunos casos, como el de la Ley de Humedales, la respuesta de los representantes de todos los poderes ha sido lamentable: vuelve a perder estado parlamentario a pesar de un movimiento nacional que lo estaba exigiendo, pero se seguirá insistiendo hasta que sea Ley.
Paralelamente, ya que la Ley por sí misma no garantiza cambios o mejoras en los ambientes dañados, es necesaria la acción educativa, que tiene otros tiempos para ir sentando las bases de otro modo de entender la sociedad, que en definitiva es donde está la raíz de todos los problemas actuales.
En la agenda educativa incide también todo un movimiento de pensamiento que se lo llama Pensamiento Ambiental Latinoamericano, que se va instalando a través de capacitaciones, encuentros y bibliografía, que está llegando a la docencia y que, no sin resistencias, va impregnando los planes de estudio y los diseños curriculares.
Se trata de un pensamiento que busca recuperar este vínculo con los saberes de los pueblos originarios. Si nosotros miramos nuestra biblioteca de formación académica, en los profesorados y distintas carreras, es muy europea. Lo que hace este pensamiento ambiental latinoamericano es recuperar la cosmovisión de los pueblos originarios, en donde el vínculo con la naturaleza es diferente.
Esto es un camino de ida producto de las luchas, de la realidad de un contexto crítico y sin retorno en el que estamos y también de un despertar de la ciudadanía, que es lento pero seguro, y este despertar ante la realidad de que no podemos seguir sosteniendo un sistema que depreda todo a su paso.
Igualmente hay que tener cuidado con que mucho de lo que figura en agenda solamente se pinta de verde o se disfraza de sustentable, porque hoy es algo bien visto, pero que en el fondo no cambia nada; por ejemplo un comestible ultraprocesado que le ponen un poco menos de azucar y una etiqueta de saludable y la publicidad logra captar consumidores preocupados quizás legítimamente por un cambio de hábito.

— ¿Cuáles son los desafíos para los docentes que consideran como tema fundamental el cuidado del medioambiente?
—El principal desafío para los docentes preocupados por la educación ambiental son los propios compañeros y compañeras docentes que aún no le dan relevancia a la cuestión.
La pandemia y el consiguiente aislamiento, virtualidad y bimodalidad que transitamos en 2020 y 2021 parecía que nos iba a movilizar de tal manera que rompería toda estructura obsoleta, que repensaríamos los saberes fundamentales, pero ha costado mucho más de lo que imaginábamos.
El contexto de crisis ambiental que estamos atravesando, con la bajante histórica del río, los incendios de los humedales y del monte nativo, la sequía, la pérdida de especies animales y vegetales, tiene que ser el insumo primero para el trabajo en el aula; para problematizar, observar y planificar nuestras clases y vincularlos con los saberes específicos de cada disciplina, los conceptos y los procedimientos.
Otro desafío es poder trabajar interdisciplinariamente. La educación ambiental requiere de la colaboración de los diferentes ámbitos de saber que en una escuela o en un espacio educativo se plasman en proyectos de articulación, de áreas, institucionales. Es necesario romper la fragmentación curricular y el trabajo individual de cada docente.
En este sentido, hay numerosas experiencias que llevan adelante en las escuelas proyectos de estas características y que deberían ser la manera habitual de trabajo, para generar un abordaje profundo, acorde a cada nivel pero que genere una inquietud de conocer más y de buscar alternativas de cambio.
Otro desafío es superar la mirada catastrófica, la ansiedad y la consiguiente inmovilidad que eso genera. Es tan grave el problema que nos angustia y nos paraliza, y no podemos transmitir todo eso a las infancias y adolescencias que se están formando y tienen sus propias angustias por crecer en un mundo incierto, violento y desigual, porque nuestro rol como docentes es formar y construir para un presente y un futuro mejor.
Hay quienes definen como "eco ansiedad" el hecho de experimentar con pesimismo e impotencia las situaciones dramáticas como los incendios descontrolados o la bajante incesante del río. Pero esto no nos lleva a ningún lado y es la actitud que justamente quieren promover quienes se benefician con la crisis: sectores del agronegocio y la especulación inmobiliaria que pretenden explotar bienes naturales comunes para beneficio económico particular, y por supuesto también gobiernos de distintos niveles que con sus acciones y omisiones dan vía libre a esta destrucción. A estos sectores les conviene una ciudadanía pasiva, con miedo, con la idea de que ya no se puede hacer nada, de que sólo debemos buscar la manera de pasarla lo mejor posible, de salvarnos individualmente. Nos dicen que no miremos arriba, pero afortunadamente el pensamiento ambiental va prendiendo cada vez más en la docencia y se van multiplicando las experiencias de cuidado, preservación, promoción de hábitos saludables, gestión de residuos, forestación, trabajo cooperativo o huertas.

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