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Política
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Por encima de las grietas

Los políticos argentinos pasan estos días por un verano tórrido en medio del invierno,  sin entibiar ni alumbrar pero con estruendo.  Suelen lamentar la "grieta" que dividiría a la  sociedad, profundísima. 

Los políticos suelen lamentar la
Los políticos suelen lamentar la "grieta" que dividiría a la  sociedad, profundísima.

Invitan generosos a cerrarla y dan estupendo ejemplo porque la saltan para pasar de un  lado a otro  con pasmosa agilidad, a pesar de ser tan  peligrosa.

El historiador Juan José  Rossi, bonaerense radicado en Entre Ríos,  hace un tiempo hizo ver que en la sociedad  internacional o mundial existen sistemas contrapuestos, diversos tipos de "grietas", antinomias de pensamiento, modos diferentes de estar en el mundo que nos llevan a plantearnos ciertas preguntas, ya sea desde la propia realidad, ya desde presupuestos que se quiere imponer a los demás.

Rossi mencionó entonces un artículo del escritor catalán Abdennur Prado, director del congreso internacional de feminismo islámico, sobre la compatibilidad del Islam con la modernidad,  y juzgó que su contenido es adecuado "para pensar y aplicar a nuestra Abya yala ("América" según el invasor y apropiador europeo a partir del siglo XVI)

Modernidad niveladora

El artículo de Prado trata de contestar la pregunta, que oye formular con frecuencia en España, de si es compatible la modernidad con el Islam, un tema que el ideólogo estadounidense Samuel Huntington puso a consideración desde el punto de vista occidental en su libro "Choque de civilizaciones y reconfiguración del orden mundial", en que expresa el interés globalizador,   neoclásico y neocolonizador.

Prado pone  límites a la palabra "modernidad": "Tan moderno es un aborigen de Australia como un taxista de Nueva York. De hecho son contemporáneos". Aclara sin embargo, que lo moderno suele reducirse a la  modernidad occidental, entendida como paradigma de todo “lo moderno”, la modernidad par excellence.

Lo moderno/occidental se opone entonces a lo anticuado/no occidental. "Si consideramos al aborigen australiano como no moderno, estamos relegándolo a ser algo que debe superarse, lo estamos condenando en vida al ostracismo".

Esa es de hecho la ideología dominante en el planeta, según la cual el paradigma al cual deben adaptarse todos los pueblos es el de la modernidad occidental.

En la dualidad propuesta por Huntington, el Islam representaría el atraso o lo arcaico, mientras la “modernidad occidental” queda identificada con el progreso. Aquí se desvela otro componente ideológico implícito en el planteo: la idea de progreso.

Según Prado, no podemos eludir el hecho de que la modernidad occidental ha engendrado algunos de los más grandes males de la historia. Teodoro Wiesengrund Adorno, filósofo alemán de la escuela de Frankfurt, vio la Shoá como un fruto genuino del desarrollo de la modernidad, aunque inesperado. Y el filósofo italiano Jorge Agamben consideró los campos de concentración como el paradigma biopolítico de la modernidad.

Para esclarecer la pregunta de qué modernidad tratamos,   Prado formula contra-preguntas:   ¿Forman parte Auschwitz e Hiroshima de la “modernidad occidental”? ¿Y la destrucción de la naturaleza operada desde un paradigma científico-técnico? En el caso de que no se las considere partes: ¿dé qué historia forman parte? O, para ser más más "modernos": ¿forma el hambre de ochocientos millones de personas parte de la modernidad?

Si no forma parte de la modernidad par excellence, ¿cómo se explica que los países del hambre estén bajo el control del sistema financiero internacional? De ahí -dice- pueden saltar las preguntas como chispas: ¿es el Banco Mundial parte de la modernidad occidental? Si no forma parte, ¿dé qué forma parte? En caso de que forme parte, ¿se nos está preguntando si el Islam es compatible con el Banco Mundial y el hambre de ochocientos millones de personas?

Estas apreciaciones de Abdennur Prado, a partir de una forma mundial de "grieta", moderno/progresista-arcaico/atrasado,  nos permiten insistir en los saberes propios de nuestro continente, que son el objeto de buena parte de la extensa obra del profesor  Rossi, como forma de concebir la tal grieta.

Y reconocer que lo que está en juego  no es por ejemplo el nombre de un continente, América según el invasor o Abya Yala según los invadidos. Menos una cuestión política de santimbanquis, sino una singularidad, una concepción, un estilo, un sentido superior que da sentido a todas las cosas  y que no puede ser endicado indefinidamente por una fuerza sin ideas pero con intereses.

Abya yala

Los kuna son un pueblo que vive en la costa noreste de Panamá y en numerosas islas cercanas. De la cultura kuna viene el nombre "Abya yala". Para los kuna ha habido cuatro  grados sucesivos  de existencia universal,  y a cada uno corresponde un nombre distinto de la tierra a  la que se impuso luego el nombre de  América: Kualagum Yala, Tagargun Yala, Tinya Yala, Abya Yala.

El último nombre significa: territorio salvado, preferido, querido  y en sentido amplio también tierra madura, tierra de sangre. “Abia Yala” se compone de “Abe”, “sangre”, principio activo;  y “Ala”,  espacio, un territorio, un principio pasivo de generación universal.

De la Redacción de AIM.

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