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Política
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Tragados por la tierra

Los Gil, desaparecidos de La Candelaria.
Los Gil, desaparecidos de La Candelaria.

En todo el mundo desaparecen cada año alrededor de ocho millones de niños, seguramente víctimas de delitos. Otras personas se van sin dejar rastros. Algunos escapan de situaciones comprometidas en que está en peligro su vida, pero la gran mayoría simplemente desaparecen sin causa aparente ni explicación.

Hay casos de personajes que dejaron su marca en la historia, y quedó tras ellos una estela de especulaciones acerca de su destino, pero otros eran anónimos que solo alcanzaron cierta notoriedad por la incógnita que envolvió su final.

El esclavo tracio Espartaco oficialmente murió en batalla contra el imperio romano encabezando una rebelión, pero su cadáver nunca apareció, lo que permitió la leyenda de una fuga.

Tampoco apareció nunca el cadáver del emperador Valente, que habría muerto quemado por los godos dentro de una cabaña.

Solomon Northup, el autor de "12 años de esclavitud" era un afroamericano nacido libre en los Estados Unidos, pero fue esclavizado por secuestradores que lo vendieron al dueño de una plantación. En su obra relata su período de esclavitud. Después de 1860, desapareció y nunca más hubo noticias de él.

Nueve buques y 66 aviones buscaron a la aviadora norteamericana Amelia Earhart en 1937, cuando se perdió con su avión en el Pacífico. En vano, nunca la encontraron. Algo parecido aconteció con el célebre músico de jazz Glenn Miller, que desapareció cuando volaba sobre el canal de la Mancha durante la segunda guerra mundial. Como para cumplir mejor su función de entretener a las tropas le asignaron un grado militar, fue un desaparecido en guerra.

En Entre Ríos ha habido varias desapariciones sin explicación, que han permitido variadas especulaciones, incluidas las más fantásticas, como secuestros por extraterrestres o viajes a otras dimensiones. Lo cierto es las búsquedas no dieron resultado. Otros casos, como los de Fernanda Aguirre en 2004 en San Benito y de Héctor Gómez y Martín Basualdo en el barrio San Agustín de Paraná en 1994, no se esclarecieron pero no son de la misma índole que los de la familia Gill, del Pocho Morales o de Amado Abib.

¿Dónde está el Pocho?
El 30 de agosto de 2011 un humilde vendedor de ilusiones bajo la forma de quiniela oficial, recorría como siempre en su vieja bicicleta las calles de San Jaime de la Frontera, un pueblo de unos 5000 habitantes del departamento Federación, en el límite con Corrientes.

Era Juan José Morales, conocido como "El Pocho", que tenía entonces 66 años. Nada hacía pensar que esa sería la última vez que lo verían sus vecinos, sus conocidos y amigos de toda la vida.

El Pocho desapareció ese día sin que nada lo explique todavía. Se lo tragó la tierra, nunca más hubo noticias suyas.

La última vez que lo vieron pedaleaba al atardecer tras entregar un cupón de la quiniela oficial a un cliente habitual, que lo recogió por la ventana. En su casa lo esperaban poco después de las 20, pero no llegó entonces ni nunca.

El gobierno provincial anunció búsquedas minuciosas y puso recompensa -entonces medio millón de pesos- para los que ofrecieran datos que pudieran llevar a ubicar a Morales: nada, todo fue en vano.

El caso Morales no es el primero ni el único de una desaparición inexplicable, como las que estamos acostumbrados a aceptar y consumir cuando se trata del triángulo de las Bermudas, por ejemplo, que afectan a buques o aviones.

Una familia entera
Antes se había producido uno particularmente terrible: la desaparición de una familia entera, los Gill, de su casa en un campo de Crucesitas Séptima, en el departamento Nogoyá.

José Rubén Gill, el "Mencho", era un peón rural que vivía con su familia en una estancia en Crucecitas Séptima y desapareció el con su mujer y cuatro hijos sin dejar rastros

El Mencho y su familia fueron vistos por última vez en el velorio de un amigo el 13 de enero de 2002, en Viale, a 30 kilómetros de La Candelaria, el campo en el que vivían y donde José Rubén trabajaba como peón.

Cuando desapareció, el Mencho Gill tenía 56 años. Con él desaparecieron su esposa Margarita Norma Gallegos, de 26, y sus hijos María Ofelia, de 12, Osvaldo José, de nueve, Sofía Margarita, de seis, y Carlos Daniel, de dos.

Habían concurrido a un velorio en Viale pero su casa en la estancia quedó abierta y con las luces encendidas.

Hace años, un presunto testigo llevó a hacer excavaciones en un arroyo seco que pasa por la estancia, pero fueron inútiles: no encontraron nada.

Delia, la madre de Margarita, hace 18 años que trata de tener noticia del destino de su hija, su yerno y sus nietos. Dice haber rastrillado a pie la estancia La Candelaria y los campos aledaños guiados por la esperanza, pero sin resultado.

Del despacho a la nada
Otra desaparición inexplicable fue la del ex ministro provincial, Amado Abib, que tenía 85 años cuando no se supo más de él. Vivía en Paraná, y había salido en su automóvil, un Volkswagen Gol. El coche apareció intacto días después cerca de Colonia Güemes, una pequeña población junto a un camino de tierra entre Pueblo Brugo y Hasenkamp, entre las rutas provincial 8 y nacional 12, en el departamento Paraná

Abib había sido subsecretario de Hacienda del gobierno de Raúl Uranga y síndico del Banco de Entre Ríos en el gobierno de Abelardo Jorge Washington Ferreira.

Salió la tarde del 13 de febrero de 2003 a recorrer en su Volkswagen Gol la zona de Paraná Campaña, como solía hacer a menudo. En Colonia Güemes varios vecinos dijeron haberlo visto pasar ese día. Una presunción es que alguien le robó y lo mató para no dejar pruebas; pero es una hipótesis.
De la Redacción de AIM.

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