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Berruhet: “No es economía, es política”

El presidente de la Cooperativa Agrícola, Ganadera y de Servicios Públicos Aranguren Limitada (Coopar), Felipe Pablo Berruhet afirmó a AIM que “la historia del sector agropecuario en la república Argentina, es muy particular, con características propias, que se han mantenido por décadas. Por eso, es bueno saber de dónde venimos para determinar hacia dónde vamos. Me pregunto si la decadencia argentina tendrá alguna relación con el constante ataque al sector agropecuario, y sinceramente, considero que sí. No es bueno que el Gobierno haya elegido al campo como enemigo. Así, nos encontrará firmes en nuestras convicciones”.

La pampa argentina es una zona productora de alimentos, considerada entre las cinco mejores del mundo, por su clima, su régimen de lluvias y su orografía, habitada por una masa de individuos considerados los más eficientes productores del planeta, por su formación, por su innovación y su adaptación al medio.

Para Berruhet, figurativamente, “Argentina podría ser la famosa gallina de los huevos de oro. Cualquier nación del planeta consideraría esta situación como una bendición del cielo y aprovecharía esas condiciones para tener un país próspero, rico, pujante, sin hambre, educado, igualitario y potencia. Pero, lamentablemente, solo logramos construir entre todos los argentinos un país con 45 por ciento de pobres, 20 por de desocupados, y 10 por ciento de indigentes, y que se ubica, además, en el número 80 del concierto de las naciones. Penoso y lamentable. Me pregunto si la decadencia argentina tendrá alguna relación con el constante ataque al sector agropecuario, y opino: en lo personal, que sí”.

Un conflicto permanente
Desde 1930, la sucesión de individuos y partidos que gobernaron la nación tuvieron, en su gran mayoría, una relación conflictiva con el sector rural.

Berruhet señaló que intuye la razón, pero aseveró que no puede aseverarlo, y tampoco sabe “si vale la pena el esfuerzo. Solo quiero observar los resultados. Para ser conciso, cabe observar los últimos 22 años, contados a partir del colapso institucional y socio-económico que representó 2001. A partir de allí, se han presentado años que fueron climáticamente buenos, así como sequias y lluvias, que destruyeron las siembras e impidieron las cosechas; precios internacionales malos y extraordinarios; y, por último, mercados demandantes o parcialmente demandantes, lo cual representa una variedad importante de situaciones relacionadas al sector rural”.

Sin embargo, para el contador, “hay condiciones internas que se han mantenido prácticamente constantes e inalterables, a lo largo de dos décadas. La imposición de las retenciones, la intervención de los mercados agropecuarios, la injerencia del Estado en el mercado cambiario, una legislación restrictiva para el comercio, un trato desigual en lo impositivo, penalidades fiscales propias para el sector, pero la más ridícula, entre todas, es la imposibilidad de acceder al mercado bancario y financiero por el solo hecho de ser sojeros. Es decir, somos quienes le aportamos dólares al gobierno, pero nos limita el acceso al crédito”.

No obstante, Berruhet opinó que “lo más terrible e incomprensible de todo esto, es ver que después de imponer ese abanico de medidas, presentadas y publicitadas como solución a la pobreza y la desocupación, que lo logrado y lo alcanzado, es solo más pobreza y desocupación”.

Mundo globalizado, para Argentina, no
En 2022, cuando el mundo está saliendo de una pandemia que asoló a comunidades y naciones enteras, con una guerra en pleno desarrollo y de final incierto, con una economía mundial en plena recomposición, en donde la provisión de alimentos al mundo es un valor en sí mismo, donde la humanidad toda se mueve en función de la solidaridad global reconociendo en el otro a un hermano habitante de la misma aldea en la cual se ha convertido el mundo, “los genios que supimos elegir para que dirijan los destinos de nuestro país, insisten con las mismas medidas de intervención, retenciones y prohibiciones del pasado sin ponerse colorados por usar herramientas híper fracasadas. Nunca pudieron o quisieron reconocer que atacar al sector agropecuario fue el más grosero error de las políticas implementadas. Porque la reacción natural a este tipo de medidas que tiene cualquier sujeto económico es de retraerse en sus inversiones, disminuye la aplicación de tecnología, la utilización de mano de obra, minimiza los riesgos del negocio con una actitud de prudencia en la aplicación de fondos a la actividad, y aplaza nuevas inversiones. Y, como conclusión, podríamos decir que la economía agropecuaria se enfría y ameseta, pero además, como la economía agraria es el motor del resto de las economías, ese enfriamiento llega a toda las actividades. Tal vez este simple razonamiento sea el pecado original que los argentinos hemos venido soportando desde hace 80 años”, fustigó el presidente de Coopar.

Y agregó: “De todo esto que nos pasa como nación, deberíamos aprender, por lo menos nosotros, los sujetos agropecuarios, ya que la dirigencia política es difícil creer que pueda hacerlo. Nunca deberíamos haber permitido que el producido de nuestro esfuerzo lo administre una persona cualquiera, que nada entiende de nuestro sacrificios, y que piensa que el campo no trabaja, no invierte, no arriesga y que solo junta dinero por el solo hecho de ir al campo. Que los productores sólo sirven para trabajar la tierra, que son incapaces de administrar lo público, que no están formados o capacitados, que no tienen empatía, que no les preocupa el otro”.

También aseguró que “las nuevas generaciones de productores agropecuarios nos están reclamando una actitud firme ante los ataques del poder gobernante, innovación en las medidas de protestas, participación en las discusiones públicas, coraje para sostener nuestras consignas. Que el sector agropecuario sea líder no solo en lo rural, sino también en lo público, en lo cultural, en lo político, en lo educativo, que tengamos dirigentes capaces en cualquier nivel de la vida moderna”.

Aumento de retenciones: Un hachazo en la cabeza
Con el fin de "mitigar el impacto de la situación" en Ucrania y evitar que la guerra afecte a los precios locales de los alimentos, el Gobierno confirmó el aumento a las retenciones para la harina y el aceite de soja y la creación de un Fondo de Estabilización del Trigo, para neutralizar "el costo de la tonelada" del producto.

Las medidas fueron oficializadas a través de los decretos 131 y 132, publicados el sábado 19 de marzo en el Boletín Oficial. El texto estableció que a partir de ahora y hasta el próximo 31 de diciembre, se incrementa la alícuota del derecho de exportación que pagan determinados alimentos, entre los cuales están la harina y el aceite de soja, que pasarán a abonar del 31 al 33. por ciento. En los escritos, las autoridades nacionales sostuvieron que "la invasión de la Federación de Rusia a Ucrania ha afectado en forma significativa el abastecimiento global de productos agrícolas".

Sin embargo, “esta medida genera un clima de desconfianza e incertidumbre. Nuestro sector rechaza absolutamente la suba de derechos de exportación para la harina y el aceite de soja, por considerar que es una medida que no tiene legalidad, desincentiva las exportaciones y atenta contra la industrialización de la soja en el país.

Pero, al aumento de las retenciones, hay que sumar la presión tributaria, la intervención en los mercados con la creación de fideicomisos y la falta de coherencia entre lo que dice el Gobierno nacional y lo que hace. No es bueno que haya elegido al campo como enemigo. Así, nos encontrará firmes en nuestras convicciones. Por eso, la participación del sector en la política es clave”.

Para ello, dijo Berruhet, “debemos animarnos y prepararnos, es la obligación de nuestro presente, para que los productores que vienen tengan futuro. Es responsabilidad de nuestro tiempo cambiar la historia, por nuestra nación, por nuestro sector, por las generaciones venideras y, en particular, para hacer entender a todos los argentinos que el sector agropecuario es parte de la solución y no del problema”.

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